3 Plantas que hacen de mi habitación un refugio

“El hogar debe ser el refugio sagrado donde podamos ser nosotros mismos.” - Catherine Cookson


¿Tener plantas en la habitación? Sí, y mil veces sí.

Durante mucho tiempo se repitió una idea equivocada: que las plantas en el dormitorio podían ser dañinas porque, al caer la noche, al realizar respiración celular, consumen oxígeno y liberan dióxido de carbono.

Y sí, técnicamente lo hacen, como cualquier ser vivo. Pero el nivel de oxígeno que una planta absorbe durante la noche es tan mínimo que no representa ningún riesgo para nuestra salud, y no deberíamos preocuparnos.

Resulta que, según un estudio realizado por la NASA en 1989 —el NASA Clean Air Study, sobre purificación del aire interior—, plantas como el espatifilo, el potus o la sansevieria consumen cantidades muy bajas de oxígeno por la noche, y su intercambio gaseoso es tan leve que no afecta en absoluto la calidad del aire en espacios ventilados.

En cambio, los beneficios que aportan son profundos y reales. Las plantas no solo embellecen, sino que también actúan directamente sobre nuestro bienestar general.

Por ejemplo, este mismo estudio identificó que ciertas especies como el Espatifilo (Cuna de Moisés) o el Anturio son capaces de eliminar compuestos tóxicos del aire como el benceno, el formaldehído o el tricloroetileno, todos presentes en objetos comunes como muebles, pinturas o productos de limpieza.

Además, aumentan la humedad relativa del ambiente, lo que puede ayudar a prevenir irritación en vías respiratorias, resequedad en la piel y mejorar la calidad del descanso.

Pero el beneficio no es solo físico: diversos estudios en psicología ambiental han comprobado que la presencia de plantas reduce el estrés, disminuye la frecuencia cardíaca y genera una sensación de calma, muy necesaria en el lugar donde buscamos desconectar del mundo: nuestra habitación.

En resumen: respirar cerca de una planta es respirar un poco mejor, y dormir con ellas cerca no solo es seguro… también puede ser más reparador.

¿Por qué me gusta tener plantas en mi habitación?

Mi habitación es mi refugio. No siempre fue así, pero con el tiempo la he ido transformando en un espacio que me hace bien, que me representa.

Hay un televisor que, cuando está en reposo, proyecta mis propios dibujos como una galería silenciosa. Las ventanas tienen láminas que filtran el sol y lo convierten en arcoíris que se pasean por las paredes. Tengo blackouts para cuando necesito “hibernar” y desconectarme del todo.

Y, por supuesto, hay plantas. Muchas plantas. Cada una con su historia, su necesidad y su compañía.

No todas han sido fáciles, no todas han sobrevivido. Algunas llegaron por impulso, otras como regalo, las fui a “mercar” donde mi mamá, o varias que simplemente necesitaban un nuevo lugar donde quedarse… y ese lugar terminó siendo mi repisa, una esquina sin plan o junto a la ventana.

En este momento, mientras escribo estas líneas desde mi cama —mirando alrededor— acabo de contar cuarenta plantas solo en la habitación.

Podría hablarte de todas, pero hoy quiero enfocarme en tres de ellas.


1. Monstera Deliciosa (Costilla de Adán)

  • Luz: Indirecta brillante.

  • Riego: Moderado, dejando secar la capa superficial del sustrato entre riegos.

  • Por qué la amo: Sus hojas parecen obras de arte, y cada una que nace me emociona como si fuera la primera vez que la veo salir.

Mi historia con ella:

En mi habitación actualmente tengo dos. La más grande está cerca de la ventana más luminosa, y la más pequeña es una “hijita” de otra gran monstera que ahora vive fuera de la casa. Curiosamente, esta pequeña no parece todavía una Monstera deliciosa: sus hojas son pequeñas y no tiene fenestraciones —esos característicos “huecos” que les aparecen a las hojas—.

Suelen aparecer cuando la planta tiene más de un año, aunque algunas pueden tardar un poco más, dependiendo de las condiciones de su ambiente.

¿Tu monstera tampoco tiene fenestraciones?

Quizá esta información te ayude:

Condiciones ideales para que se den las fenestraciones:

  • Luz brillante indirecta: Si no recibe suficiente luz, las hojas nuevas pueden salir enteras.

  • Humedad alta: Les encanta un ambiente húmedo, como el de los trópicos. Puedes rociar sus hojas con un spray de agua.

  • Soporte para trepar: Un tutor o enrejado estimula un crecimiento más natural y saludable.

  • Riego equilibrado y sustrato bien aireado: Para evitar que las raíces se compacten o se pudran.

Curiosidad botánica:

Se cree que las fenestraciones son una adaptación evolutiva que permite que la luz llegue a las hojas inferiores en su hábitat natural, las selvas tropicales. También se piensa que ayudan a resistir mejor los fuertes vientos y lluvias intensas.


2. Orquídeas (Phalaenopsis)

  • Luz: Suave, sin sol directo.

  • Riego: Espaciado y delicado; menos es más. A veces incluso las riego con hielos —¡sí! les pongo un par directamente sobre el sustrato.

  • Por qué la amo: Porque florece cuando menos lo espero y me enseña que la belleza también se da en silencio.

Mi historia con ellas:

Admito que al principio me intimidaban. Pensaba que eran difíciles de cuidar: frágiles, complicadas, exigentes… hasta que me di cuenta de que solo necesitaban constancia, no perfección.

Cuando florece, su presencia transforma toda la habitación. Justamente ayer, estuve todo el día en la cama —estudiando, escribiendo y viendo televisión— y pude disfrutar del momento exacto en que el reflejo arcoíris de una de las láminas de la ventana le daba directo a una de ellas.

Fue uno de esos instantes mágicos en los que te convences de que vale 100 % la pena cuidarlas.

Aunque a veces parezca mucho trabajo, ellas siempre encuentran la forma de agradecerte. Siempre.


3. Crassula ovata (Árbol de Jade)

  • Luz: Ama el sol directo, pero también tolera luz brillante.

  • Riego: Muy poco. Ideal para olvidadizos.

  • Por qué la amo: Porque es humilde, resiliente y siempre está ahí, incluso cuando no le presto mucha atención.

Mi historia con ella:

La tengo al lado de una ventana. Siempre está verde, excepto si la pongo al sol directo: ahí sus hojas cambian a un tono amarillento.

Tengo que confesar que no ha crecido como veo que crecen otras, como las de la casa de mis primos Chris y Nini o la de la casa de mi abuelo.

En este momento estoy probando con una maceta más grande para que sus raíces puedan desarrollarse mejor y así, por fin, empiece a crecer.

No descansaré hasta verla crecer. Ha sido un poco frustrante que no haya avanzado casi desde que me la regalaron… pero bueno, ya les contaré cómo sigue su evolución. Le tengo fe.

Al final del día…

Tener plantas en la habitación me ha regalado más que decoración: me ha regalado compañía. No hacen ruido, no exigen, pero siempre están. Y eso, en estos tiempos, es bastante.

Estas tres como les comenté mas arriba no son las únicas que tengo, pero sí algunas de las que más me han enseñado sobre el equilibrio entre cuidar y dejar ser.

Si tienes curiosidad de sumarlas a tu espacio, empieza por la que más resuene contigo.

Y si ya tienes plantas en tu cuarto… cuéntame, ¿cuál te acompaña cada noche?

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